Tierras del Lince

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martes, 9 de febrero de 2016

Una partida de Monopoly a nuestra costa...



Título: ESPAÑOPOLY. Cómo hacerse con el poder en España (o, al menos, entenderlo).
Autora: Eva Belmonte.
Editorial: Ariel.






Puntuación: VIP.
Forma de lectura: con el pijama de rayas.

Comentario
La premisa de partida de Belmonte es que España funciona como un gran Monopoly. Sin embargo, a las partidas que se juegan no estamos invitados todos los españoles. Sólo tienen el honor de tirar los dados determinados ciudadanos que, por casualidad, suelen coincidir en los mismos círculos desde su más tierna infancia. Así, los jugadores se conocen cursando la educación primaria en instituciones como el Colegio del Pilar y acaban realizando negocios varios en el Palco del Santiago Bernabéu en su edad adulta.

Hasta aquí le podríamos decir a Belmonte que su propuesta carece de sentido porque nuestro país es un estado de derecho con una economía de libre mercado. Pero el problema surge cuando el dinero de las partidas pertenece al conjunto de los contribuyentes. Es decir, la autora nos explica cómo una serie de privilegiados, normalmente integrantes de familias de rancio abolengo, hacen negocio a costa del erario público. Dicho de otra forma, el libro muestra con brillantez y profusión de pruebas los entresijos de lo que se ha denominado como capitalismo de amiguetes. De esta forma, en el Monopoly patrio siempre gana la banca.

El texto incluye otro aliciente para sociólogos y demás especies exóticas al ofrecer, quizá sin pretenderlo, una confirmación patria de la hipótesis formulada por Wright Mills en La élite del poder. Por lo que parece, los patrones y círculos de poder descritos por el gran sociólogo norteamericano a mediados del siglo pasado permanecen vigentes en las sociedades actuales.
Dicho lo cual, quizá deberíamos poner en cuarentena la bandera de la meritocracia enarbolada hasta la exasperación por neoliberales y socialdemócratas despistados.

Porque no nos engañemos, el modelo capitalista dominante parece dar lugar a que las probabilidades reales de movilidad social ascendente estén más relacionadas con la filiación familiar que con el esfuerzo personal.

Pero vamos, esto ya lo cantaba el gran Víctor Jara...



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