Título: ESPAÑOPOLY. Cómo
hacerse con el poder en España (o, al menos, entenderlo).
Autora: Eva Belmonte.
Editorial: Ariel.
Puntuación: VIP.
Forma de lectura: con el pijama
de rayas.
Comentario
La
premisa de partida de Belmonte es que España
funciona como un gran Monopoly. Sin embargo, a las partidas que se juegan no estamos invitados todos los españoles.
Sólo tienen el honor de tirar los dados determinados ciudadanos que, por casualidad, suelen coincidir en los mismos círculos desde su más tierna
infancia. Así, los jugadores se conocen cursando la educación primaria en
instituciones como el Colegio del Pilar
y acaban realizando negocios varios en el Palco
del Santiago Bernabéu en su edad adulta.
Hasta
aquí le podríamos decir a Belmonte que su propuesta carece de sentido porque
nuestro país es un estado de derecho con una economía de libre mercado. Pero el
problema surge cuando el dinero de las
partidas pertenece al conjunto de los contribuyentes. Es decir, la autora
nos explica cómo una serie de privilegiados, normalmente integrantes de
familias de rancio abolengo, hacen
negocio a costa del erario público.
Dicho de otra forma, el libro muestra con brillantez y profusión de pruebas los
entresijos de lo que se ha denominado como capitalismo de amiguetes. De esta
forma, en el Monopoly patrio siempre gana la banca.
El
texto incluye otro aliciente para sociólogos
y demás especies exóticas al ofrecer, quizá sin pretenderlo, una
confirmación patria de la hipótesis formulada por Wright Mills en La élite del poder.
Por lo que parece, los patrones y círculos de poder descritos por el gran
sociólogo norteamericano a mediados del siglo pasado permanecen vigentes en las
sociedades actuales.
Dicho
lo cual, quizá deberíamos poner en
cuarentena la bandera de la meritocracia
enarbolada hasta la exasperación por neoliberales y socialdemócratas
despistados.
Porque no nos engañemos, el modelo capitalista dominante
parece dar lugar a que las
probabilidades reales de movilidad social ascendente estén más relacionadas con
la filiación familiar que con el esfuerzo personal.
Pero vamos, esto ya lo cantaba el gran Víctor Jara...
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